Me llamo Isabel y tengo 64 años. Soy de un pueblito de Salamanca, pero nacida en León. Mis dos hermanas mayores, mi hermano mayor y yo aún en el vientre de mi madre, tuvimos que coger el tren e irnos a León donde se encontraba mi padre, que tuvo que trasladarse allí en busca de un buen trabajo para poder sustentar a su familia. Mi madre tuvo que trasladarse sola desde Salamanca a León con 3 niños pequeños que rondaban los 7, 5 y 1 años y un bebe en camino que era yo.

El trabajo en la mina era duro, y en menos de un año nos tuvimos que volver a Salamanca, ya que en la mina no había apenas trabajo. En un año, nos tuvimos que volver al pueblo, donde la familia se puso a trabajar en el campo para poder alimentar y mantener a una familia compuesta por 5 hijos. Cuando yo tenía apenas 6 años, mi padre enfermó y falleció, dejando a mi madre viuda y a cargo de 5 hijos.

En busca de una nueva vida y con la esperanza de mejorar la calidad de vida, nos mudamos al País Vasco, a Irún. Aquí hemos sido muy felices a lo largo de muchos años. No obstante, uno de mis hermanos fallece y posterior también otra hermana. Pese a estos sucesos y aunque toda esta situación y etapa de nuestras vidas no haya sido un camino de rosas, hemos podido aprender a valorar cada cosa que hemos tenido, cada momento y cada persona con la que nos hemos cruzado.

Muchas veces no es la cantidad que se ha tenido, sino aprender a valorar todo y cada cosa que se tiene, sin que necesariamente tenga que ser opulento. Es mejor aprender a valorar y apreciar lo que se tiene. De esta manera, aún no habiendo tenido grandes cosas, teniendo lo necesario, hemos sido siempre felices, unidos. Siempre nos quedará eso de…: ¿Cómo hubiese sido allí? ¿… y si…? Pero si yo no hubiese venido aquí, a Irún, no hubiese conocido a mi marido, siendo el también de Salamanca. No hubiese tenido la familia tan maravillosa que tengo y no hubiese aprendido tantas y tantas cosas que me ha aportado todo lo vivido.

Mi viaje ha estado compuesto de cosas muy buenas y cosas malas, como las de el resto de personas. Pero, si no hubiese conocido lo malo, quizás me costaría más saber valorar todo lo bueno que me rodea. Lo que me hace feliz es que mi familia y todas las personas que me rodean estén bien y compartir todas las cosas positivas que pueda, mis habilidades, experiencias y vivencias con ellas.

La clave para encontrar el camino está en el respeto y el amor. El compartir y aprender unos de otros.